miércoles, 7 de diciembre de 2011

Una manera de seguir escribiendo la misma novela, compuesta de decenas de novelas complementarias


Por Juan Manuel Candal

Van a pensar que me hacés la entrevista a mí porque colaboro con la revista, me dice Sanchiz cuando se lo propongo. No, le digo, van a pensar que es por amiguismo (los porteños somos malpensados por naturaleza). Estuvimos a punto de desechar la idea hasta que caímos en que no había que darle explicaciones a nadie. Yo creo que Ramiro Sanchiz es potencialmente uno de los grandes escritores latinoamericanos de los próximos tiempos, y merece su lugar como autor, por la ambición elefántica de su obra, por la calidad poco común de su prosa, por su asombroso bagaje cultural (hable de libros con Sanchiz, y saldrá pensando que o el tipo es un mentiroso, o no ha hecho otra cosa que leer). Y lee bien. Pero además, la idea detrás de la entrevista principal de cada número es que fuera un ejemplo para todos los escritores que aspiran a mejorar su obra, a encontrar su voz, a llegar a publicar o darse a conocer de algún modo. Sanchiz ha pasado por todo esto no hace tanto y todavía tiene que vérselas con varios aspectos del mundo editorial, por lo que es un referente ideal para el lector de nuestra revista.
Lo conocí cuando mandó tres cuentos para la convocatoria previa al primer número de Otro Cielo. Fue uno de esos hallazgos que hace que valga la pena todo el esfuerzo que implica llevar una revista literaria sin ganar un peso. Luego seguimos en contacto: estaba claro que volveríamos a publicarlo, sus cuentos eran de los que más destacaban entre lo que llegaba día a día y además, empezamos a compartir simpatías literarias, musicales, sobre el mundo, y lo que es más importante: sobre su obra. Hoy, cinco meses después de su primer mail, con más de 250 correos de ida y otros tantos de vuelta, me puedo contar como un conocedor de la obra de Sanchiz. Leí su novela publicada en Uruguay, Perséfone, una docena de cuentos por lo menos, y cinco nouvelles/novelas en manuscrito que Ramiro me fue enviando por mail para que leyera y comentara. Fui testigo de la voluptuosidad de su prosa, de cómo tomaba un cuerpo cada vez más definitivo a medida que pasaba de los manuscritos del 2006 a los del 2010, al punto que sus últimos trabajos parecieran demostrar que el lenguaje ya no es un medio, sino un instrumento valioso, afinado con la precisión de los que saben, ejecutado con la maestría del artista maduro y capaz de producir melodías complejas pero fascinantes con una fluidez que enmascara la dificultad del trabajo detrás de escena.
Desde entonces, Ramiro ha tenido varias incursiones en Otro Cielo. Colabora desde hace unos números con su propia columna y alguna vez ha aportado también textos para las secciones que no llevan firma a modo de rescate cuando llegábamos atrasados al cierre.
En el cotidiano intercambio de emails, alguna vez le dije que si Borges y Levrero tuvieran un hijo, ese sería él. Si íbamos a darle forma a un número especial sobre la nueva narrativa uruguaya, Ramiro merecía un lugar central. A los lectores, los invito a conocerlo, a leer sus planes desaforados y su interés por una obra demencial en su ambición y su extensión, pero que… se concentra siempre alrededor de un mismo personaje único. O un mismo personaje que justamente, no es único. No es un juego de palabras: pasen y lean.

Antes que nada, creo que es fundamental que nos cuentes quién es Federico Stahl, y si es verdad que tal vez Federico Stahl no sólo sea una sino muchas personas, o muchas versiones de sí mismo.
Federico Stahl es el narrador (y la mayor parte de las veces también el personaje) de casi todo lo que escribo o, mejor dicho, de lo que vengo escribiendo más o menos desde 2006. Es un escritor/músico que comenzó como autor de ciencia ficción, luego pasó a la poesía, después a la música y, eventualmente, retornó a la escritura, al menos por un tiempo. Un tiempo indefinido, digamos. Algunas de las novelas, nouvelles y cuentos que lo tienen como eje transcurren en un sucedáneo de nuestro mundo (es decir con una historia reconocible, asimilable), pero otros divergen en algún momento, siguiendo las pautas de lo que en ciencia ficción anglosajona se llama alternate history, que es más o menos lo mismo que por aquí llamamos ucronía. Es decir, algunas historias de (con) Stahl transcurren, por ejemplo, en un mundo en que Kurt Cobain no se mató a los 27 años, o donde Hitler dejó Alemania y se convirtió en novelista pulp en Estados Unidos. Y también ucronías personales, por llamarlas de alguna manera, que divergen en puntos de su historia, al menos según están tramadas en otras ficciones, no todas ellas ya escritas. Estos universos no son compartimentos estancos; algunos Stahls han sabido de otros Stahls.

Siendo que Federico Stahl es, a fin de cuentas, un completísimo y multifacético alter-ego, ¿por qué llamarlo así y no Ramiro Sanchiz? Escribís desde la primera persona, el es escritor y guitarrista, al igual que sos o fuiste vos… ¿qué necesidad había de tener a este proxy para separar a la ficción de la realidad?
No es la primera vez que me hago o me hacen esta pregunta. Una respuesta posible es que, en rigor, Federico Stahl es, en la ficción, el pseudónimo de un autor cuyo nombre “real” es eludido. Otra es que si bien Stahl está modelado en gran medida a partir de mí (es decir, a partir de un discurso biográfico virtual de mi persona), hay diferencias importantes. Esta última respuesta es la más débil. Otra opción: Federico Stahl es un heterónimo de Ramiro Sanchiz, un heterónimo múltiple ya que, como vos señalabas, “no es una sino muchas personas” (ya lo dijeron Rimbaud y Pessoa y Borges), y de hecho he escrito algunos cuentos en tercera persona pensándolos como narrativa de alguno de los Federicos. Esto implica que modifique la primera respuesta y diga: Federico Stahl es el narrador, personaje y autor de la mayor parte de casi todo lo que escribo. Y por último: separar ficción y realidad es parte del acto creativo, en el sentido cosmogónico, de todo proceso escritural. Pero ambas mitades de la partición son difusas, indefinidas, diría caóticas, discriminadas por una frontera fractal. Separarlas es una forma de imponer un orden, de dar una forma. Lo cual, por supuesto, debe llevar las marcas de su propia artificialidad. Y para ponerlo en evidencia me pareció que la mejor manera era fingir esta(s) persona(s) como sujetos de la enunciación.

Publicaste una novela en Uruguay, otra en España, te editaron dos cartoneras (de estos dos países) y ahora está por salir un libro de cuentos. ¿Cómo hacés para racionar los diferentes mundos de Stahl, ir publicándolos de un modo que sea complejo pero no demasiado confuso para el lector?
Soy demasiado tonto y obstinado (tengo genes vascos) como para decir que pienso en el lector. O, mejor dicho, sí pienso, pero soy tonto y obstinado y sólo pienso en lectores como yo soy o como yo quiero ser: lectores que se zampan La broma infinita, El arcoíris de gravedad, Lanark, La novela luminosa y La velocidad de las cosas sin parpadear, o parpadeando para adentro. Claro que en esa tarea –la de comerme esos monstruos– he fracasado siempre, por lo que también debo fracasar al pensar en el lector o, más directamente, al escribir. Los mundos de Stahl –para contestar tu pregunta– se van configurando a medida que los escribo; a veces voy hacia atrás y hago alguna pequeña enmienda; la mayor parte de las veces siento que lo que estoy escribiendo, puesto en relación a algo ya escrito o publicado, proyecta otra ficción, un casillero vacío que tengo que llenar, como le pasó a los químicos después de Mendeleiev. Es posible (es lo más posible) que un lector que se acerque a cualquiera de las ficciones de Stahl desconozca el contexto y no reciba la obra como una pieza más en un rompecabezas; he recibido muchas críticas que señalaban lo incompleto o lo abierto de alguno de mis textos (Perséfone es el ejemplo más recurrente en este sentido), y siento que no puedo responder “no, esperen, lo que pasa es que lo que están leyendo es sólo una parte, por eso…”, así que he desarrollado una gama de respuestas-tipo para esos casos. Creo que soy una persona muy paciente.

¿Qué es una ucronía? ¿Cuáles son tus referentes dentro del subgénero?
Una ucronía es una obra de ficción que transcurre en un mundo cuya historia difiere de la reconocible como propia por el lector en las consecuencias de un hecho en especial, que puede ser cercano (un golpe de estado en África Occidental, por ejemplo, o también que Truman Capote se muriera antes de terminar Plegarias atendidas) o remoto (la Batalla de Salamina, los vikingos que se perdieron en Canadá) que toman otros caminos y generan un efecto de extrañamiento y sorpresa.  Mis referentes del género no son originales: El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, Pavana, de Keith Roberts, El sindicato de policía Yiddish, de Michael Chabon, La conjura contra América, de Philip Roth, El sueño de hierro, de Norman Spinrad, Las islas del verano, de Ian McLeod, El sueño de Tesla, de Emilio Scarone, La trama celeste, de Bioy, La liga de caballeros extraordinarios, de Alan Moore y Kevin O’neal, La máquina diferencial, de William Gibson y Bruce Sterling. Y hay más. En cierto sentido toda la ciencia ficción prospectiva que ya envejeció, como 2001, termina por convertirse en ucronía; ahí están las colonias espaciales de Blade Runner en el 2000-y-pocos, o el Marte de Total Recall: Ucronías involuntarias, rastreables en retrospectiva (y quizá ahí se configure un nuevo subgénero postliterario: narrar dónde y por qué nuestro mundo se separó del que produciría Terminator, por ejemplo). 

¿Estarías de acuerdo con incluir una suerte de mapa o listado al final de cada libro (en un futuro próximo) que detalle qué títulos pertenecen a cada ucronía?
No. De hecho, ese listado lo está elaborando uno de los Federicos, bajo la forma de otra novela, como aquella modélica de T’sui Pen, asi que adelantarlo de esa manera no me atrae para nada. Además, asumiría que a alguien le puede interesar ese tejido entre las ficciones, lo cual no es menos ficticio que el mundo de cualquiera de los Stahls.

¿Te interesa escribir otras ficciones en este momento, aparte de tu trabajo sobre los mundos de Federico Stahl?
No.

Hasta donde tengo entendido, la ambición de tu obra casi no tiene paralelos. Ni King con su Torre Oscura ni Tolkien con sus hobbits, ni las sagas sci-fi… acá estamos hablando de una obra que comprende numerosos cuentos, novelas, nouvelles, que abarcan numerosos universos paralelos y que formarían un corpus de trabajo inmenso. ¿Por qué esta fijación, y más importante, cómo te asegurás de que te entusiasme lo suficiente como para seguir trabajándola por un buen tiempo?
Puede haber muchas respuestas, desde la estupidez o falta de sentido práctico (sobre lo último estoy seguro, sobre lo primera todavía tengo esperanzas) hasta que me gusta el trabajo prolongado y paciente sobre una enorme superficie, quizá demasiado grande, que otros han nivelado o tallado, o dispuesto como paredes y techos. Voy cubriéndola con escenas en miniatura y retratos, a modo de un gran mapa o bestiario medieval o mural de Alasdair Gray (un gran referente) o los de Brixton,  de Wyland, los Artistas del Bogside, Orozco, Rivera o una gran muralla china en el proceso de ser cubierta de street art. Me gusta ir añadiendo una pieza más, una o dos a la vez, muy pequeñas. Y soy muy vanidoso: a veces me detengo para pensar que no voy a terminarlo, que me voy a morir mucho antes de llegar a la mitad, que quedará por ahí, abandonado al viento y que durará poco o se terminará por confundir con un basural o algo más, preferiblemente algo de origen natural. Y podemos volver a la hipótesis de la estupidez y/o la falta de sentido práctico. No me gustaría pensar en un conjunto de novelitas, cada una cerrada ante la otra: “En su última novela, Ramiro Sanchiz nos pasea por el mundo de las maras centroamericans…”

¿Imaginás el paso a otras ficciones independientes de Stahl en un futuro medianamente lejano? ¿O es la multiplicidad de universos de Stahl lo suficientemente infinita como para que quepan allí todos tus intereses como escritor?
Es que se trata por definición de “lo suficientemente infinito”, o lo indefinidamente expandible. Es una manera de seguir escribiendo la misma novela, compuesta de decenas de novelas complementarias. Pero, claro, no puedo descartar el aburrimiento, como tampoco el Alzheimer. Lamentablemente.

Habiendo leído buena parte (mayoritaria parte) de tu obra, tengo la sensación de que hay tres tipos ramas fundamentales por las que los diferentes Stahls van encolumnándose: la línea rockera, que incluye tus novelas Lineal y Perséfone y dos cuentos que publicamos ya en Otro Cielo, Patricio y Pisadas; por otro lado, la línea literaria sci-fi, en la que aparecen tus novelas La historia de la ciencia ficción uruguaya y Trashpunk, así como cuentos como Las mentiras o Los otros libros; y finalmente, la línea mitológica, en la cual cabe tu novela Ficción para un imperio y el cuento publicado en éste número, Estrategias (que si bien tiene un halo realista y se toca con la primer línea, creo que en el tono, se parece más a ésta última, aunque no sea el mismo Stahl).

Puede ser; es tu clasificación, me parece acertada en cierto sentido. Pero te preguntaría (y creo que ya estamos aburriendo al lector, que se va a ir y nos va a dejar hablando solos) por qué para vos Pisadas no está en la línea “literaria sci-fi”, ya que es, en esencia, un cuento de universos alternativos. O es tanto eso como un momento más en la “historia” de Federico con la banda Space Glitter. O tanto eso como otro episodio de su historia de desamor con Agustina.

¿Cómo separás aquellas historias que terminarán siendo un cuento de las que serán una nouvelle o novela? Y de paso, ¿por qué es tan común la nouvelle o novela corta en Latinoamérica en estos tiempos? ¿Hay en el futuro de Stahl algún gran volumen, una novela al viejo estilo, de 500 o 600 páginas de extensión (si Dios y los editores así lo quisieran)?
Bueno, yo en principio no separo nada. A veces pienso que tengo un cuento largo entre manos y me equivoco, termina siendo una nouvelle (así sucedió con Perséfone). Los cuentos cortos generalmente tienen su propia gravitación y terminan circunscribiéndose a unas pocas páginas; pero más allá de eso no sigo un programa claro. La otra pregunta: no sé, tampoco es tan así como vos decís. Es posible que lo sea entre escritores de nuestra edad, pero eso no quiere decir nada, y tampoco es cierto: ahí tenés El viajero del siglo, por ejemplo. A mí me gustan las nouvelles, y creo que tiendo naturalmente a ese aliento, pero eso, una vez más, no quiere decir nada. Tengo planeado, sí, un libro más voluminoso, pero está lejos en el tiempo todavía. Hay mucho que aprender (N. de la R.: discutiendo este punto, Ramiro terminaría concediendo, algo atribulado, que la tendencia del mercado latinoamericano apunta cada vez más al libro corto, la nouvelle, la novela de 150 páginas. Creemos que no lloraba cuando lo decía).

Alguna vez me contaste que para vos, el macrouniverso de Stahl se ve diferente según la distancia: de lejos, serían tres volúmenes gigantescos que comprenden toda la obra (la ya producida y la que está por producirse), pero si uno se acerca, comenzaría a ver las pequeñas obras que forman a las grandes (las novelas, los cuentos, etc). Idealmente, cuál sería tu plan en tiempo y cantidad de obra, para completar el trabajo sobre Stahl?
Te quería contestar “¿Te conté eso? Estaría borracho”, pero es una tontería. También lo es comenzar con “Te quería contestar “¿te conté eso?””, y me detengo aquí porque me aburren cosas como comillas dentro de comillas. Lo cual es mentira, por supuesto.

Sos conciente que si vivieras en un país anglosajón, probablemente esta idea sería una mina de oro…
Y eso haría que todo saliera mal. Allá por 1998 –yo era joven y más tonto, era un poeta beatnik wannabe que me dejaba el pelo como Jimmy Page– un colega poeta –ahora cantante transexual en Atlanta– pensábamos que Uruguay, con su encierro de gueto y su elevación similar a la del Mar Muerto, termina siendo un caldo de cultivo del que se sale más fuerte o no se sale, lo cual es preferible a salir mal. “Es mejor fracasar con un gran objetivo que tener éxito con asuntos menores”, decíamos, muy orgullosos de nosotros mismos mientras caminábamos por el cementerio marino de El Buceo –donde quería estar enterrado Onetti– tomándonos un ácido a las 2 de la mañana y desafinando “Ashes to ashes” de David Bowie. Además, tampoco estoy tan seguro de lo de “mina de oro”. A lo mejor lo sería retrospectivamente, o lo sería si lo que escribiera fuera una novela no muy larga y muy graciosa sobre un escritor tan pelotudo que se plantea escribir las 1001 novelas de Federico Stahl, una de ellas esa novela. 

¿En qué situación se encuentran tus cuentos y novelas a nivel editorial?
A ver. Está por ahí mi novela 01.lineal, que fue publicada en malas circunstancias por una pésima editorial de Salamanca y que el editor de Estuario –que ya publicó mi Perséfone– quiere publicar en Montevideo y Buenos Aires. También mi La historia de la ciencia ficción uruguaya está prevista para una posible edición en Estuario. Los cuentos en la línea más cienciaficcionera los envío a Axxón, la revista de Eduardo Carletti; los otros los pruebo en Otro cielo o Letralia o Narrativas, o los envío a editoriales cartoneras y/o concursos. En septiembre saldrá en Montevideo mi compilado de cuentos Algunos de los otros, que reúne bastante de mi ficción breve entre 2001 y 2009; hace pocos días me enteré que obtuve una mención en un concurso local, asi que posiblemente sea publicado el libro en cuestión, que une dos relatos stahlsianos, uno de ellos “Trashpunk”, que vos ya nombraste.

¿Y qué hay de la publicación de tus novelas en la Argentina (y el resto de Latinoamérica)? ¿Se publicará finalmente Perséfone aquí? ¿Pensaste en vos mismo gestionar la publicación de tu obra en otros países hispanoparlantes?
Perséfone se distribuirá en Argentina a partir de mediados de agosto, según me confirmó hace poco el editor de Estuario/HUM.  En cuanto a Latinoamérica: tendría que sentarme un día ante la computadora y escribir muchos mails, no solo para editores. Me interesa, por ejemplo, un grupo de autores de ucronía en Chile, que me hizo conocer el escritor chileno Carlos Llabé. Una editorial independiente de Madrid tiene el manuscrito de mi Historia de la ciencia ficción uruguaya; en Argentina todavía no he probado enviar a ninguna editorial.

En gran medida alertados por vos, hemos ido conociendo un amplio y excelente panorama de nuevos escritores uruguayos, en su mayoría con una tendencia hacia lo fantástico, una mezcla de literatura trash con ribetes líricos, deudas del comic, y apuestas que juegan con la idea del “multiverso”, pero con una prosa de nivel impresionante y estilos que son deslumbrantes para la edad de los autores. ¿Cómo ves la escena actual uruguaya? ¿No sienten que es el momento de juntarse y armar alguna movida todos juntos? De afuera se ve como un movimiento que necesita explotar hacia afuera…
¿Las invasiones uruguayas? Creo que tenemos muchos asuntos por resolver acá, primero en nuestras cabezas, en nuestros teclados, escritorios y en nuestra ciudad; después veremos. Hugo Achugar decía que los uruguayos somos patológicamente perfil bajo; quizá no usaba esas palabras, pero era esa idea. No nos veo como invasores. O quizá si empezamos algo rápidamente nos conquiste la moribunda cultura uruguaya “oficial”, con pelmazos como Jaime Ross y Ruben Rada. Personalmente preferiría ser un infiltrado. En cuanto a la producción de la gente de mi edad, los nacidos después del 73, digamos, coincido contigo en tus apreciaciones. Creo que muchos están consolidándose, creciendo, y, sobre todo, que lo que ya puede verse configura una narrativa nueva, que ha dejado atrás la sombra de Onetti y que quizá se detiene un poco más ante Felisberto Hernández, Marosa diGiorgio y Mario Levrero. No sé. Preguntame lo mismo dentro de diez años.

En tu caso, ¿qué formación literaria tuviste? Sabemos que fuiste librero amargado y poco más…
Estudié dos años de filosofía, entre el 97 y el 99, también picoteando materias de lingüística y antropología; luego me frustré mucho con los programas y me pasé a letras. Cursé seminarios, leí obsesivamente a Proust, a Joyce, a Beckett y a Borges, con miras de algún estudio académico, y luego me desencanté o empecé a pensar en otras cosas, la banda que formé en el 2002, por ejemplo. Intenté retomar y no hay año que pase en que no le diga a Fiorella, mi esposa: “¡este año me recibo!”, pero nunca cumplo. Pero esto es sólo una parte de eso que vos llamás “formación literaria”. Empecé con libros de aventura que me regalaba mi abuelo, cuando yo tenía siete años, Salgari, Verne, Rice Burroughs, luego algo de Poe y Quiroga. Después me enamoré de la ciencia ficción. Mi pasaje por filosofía y letras me hizo conocer a muchos autores que me enriquecieron, del mismo modo que mis años en la música. O mis idas y venidas (más bien venidas ahora) con el comic.  Algún día me dedicaré a llenar baches: los clásicos, como dijo Menem.

Otro Cielo se dedica exclusivamente al cuento de autores hispanoamericanos. ¿Qué autores con estas características fueron fundamentales en tu formación? ¿Y entre autores universales?
Si bien no citaría a todos los que voy a nombrar como influencias en el sentido usual del término, sí puedo decir que esta (larga) lista incluye una buena parte de los escritores de habla hispana que he admirado a lo largo de los años y que representaron –aunque no todos ellos– verdaderos puntos de inflexión en mi vida: Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Roberto Bolaño, José Lezama Lima, Julio Herrera y Reissig, Felisberto Hernández, Mario Levrero y Salvador Dalí. En una segunda línea, quizá porque los leí más tarde, o después de deslumbres o en etapas de menor entusiasmo disponible: Rodrigo Fresán, Ercole Lissardi, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia, Carlos Rehermann, Alan Pauls, Fogwill, Cercas, Aira. 

Dame cinco cuentos o novelas (no autores) que fueron fundamentales para que despertara Federico Stahl en tu mente.
Lanark, de Alasdair Gray; “El jardín de los senderos que se bifurcan”, de Borges; La novela luminosa, de Levrero; El buda de los suburbios, de Kureishi; VALIS, de Philip K. Dick.

¿Cuáles son tus próximos pasos en el mundo literario?
Lo de mundo literario me hace pensar en presentaciones de libros ajenos y en entregas de premios, pero supongo que te referís a planes de escritura, así que te cuento que en lo que va del 2010 escribí tres nouvelles, todavía en corrección (aunque más que corrección debería decirte que me gusta pensar en la escritura –y la publicación y la reescritura– como etapas de un largo work in progress), y que trabajo actualmente en un cuento largo, derivado de la ucronía de La historia de la ciencia ficción uruguaya. Los próximos pasos que aparecen en mi tantas veces dejada de lado libreta de planes: una novela gráfica, una novela titulada 1/72, una parodia de “Help a él”, Las meninas (que girará en torno a la novela homónima de Gustave Mayhen) y, quizá, empezar la “investigación” para M, una novela de 500 o 600 páginas. Adiviná cuál de estos planes es mentira.









TE DEJO COMO ANEXO LAS PREGUNTAS DEL MINI REPO QUE NO RECICLE.
1. Sabemos que has publicado dos libros. Contanos de qué trata cada uno, qué géneros son, si se trata de cuentos, novelas, etc.
En rigor en Uruguay solo he publicado un libro, mi novela (o nouvelle) Perséfone, que será pronto distribuida en Buenos Aires junto a otros títulos de la editorial Estuario. A primera vista se trata de una historia de amor fraternal entre Federico Stahl, narrador de la novela y presencia constante en lo que escribo, y una cantante de black metal llamada Valeria que adoptó el nombre de Perséfone después de abrir al azar un diccionario de mitología; pero es también el monólogo egocéntrico, megalómano y solipsista de Federico, que habla interminablemente de amigos que bien podrían haber sido invisibles. En 2008 apareció 01.lineal, en Salamanca, España, por la editorial Anidia, con la que terminé rompiendo relaciones (será publicada en Montevideo –y Buenos Aires- a fines de este año o principios del próximo). En esta novela encontramos una vez más a Federico y a Rex y Jon, fundadores de una banda glam-alternativa-loquesea llamada Space Glitter; los nueve capítulos del libro transcurren en una noche montevideana e incluyen un ritual pagano abortado en nombre del fantasma de Aleister Crowley, un viaje a un mundo paralelo emplazado en los despoblados subterráneos de la ciudad, un brindis al borde de una fuente, una cantante gótica que reclama que alguien escriba su biografía y, entre otras cosas, un bajista impotente.
2. En Otro Cielo publicamos “Patricio”. ¿Cómo nació ese relato? Me da la impresión de que el rock te parece una fuente muy interesante a nivel literario.
“Patricio” nació una noche de Diciembre 2009 en que fui a ver –junto a mi esposa Fiorella y a mi gran amigo el escritor Rodolfo Santullo- a The supersónicos, una de las mejores bandas montevideanas de las 2 últimas décadas. El show incluía, como telonero, a un grupito de cuyo nombre no quiero acordarme; en algún momento, entre la cuarta y la quinta canción, me percaté de que conocía al bajista desde el año 1997 y que doce años después seguían haciendo las mismas estupideces. No recuerdo qué le comenté a Santullo (mi mujer cabeceaba de sueño), y su respuesta sonó en mi cabeza con un relieve que la catapultaba a la necesidad de un cuento: “no seas prejuicioso”, me dijo, y sentí de inmediato que con esa palabra o esa idea tenía que escribir un cuento que incluyera, de alguna manera, a esa banda terrible, patética y entrañable a la vez que estábamos escuchando. Al otro día terminé una primera versión, no muy distinta (más inofensiva en realidad) de la que fue publicada en Otro cielo. En cuanto al rock en particular, y a la música en general, son una fuente constante de inspiración para mí, en la literatura y en la vida (en la vidatura, habría que decir, ya que cada vez soy menos capaz de imponer límites entre esos dos conceptos); uno de los artistas que más admiro es David Bowie, más allá de las etiquetas posibles de “músico”, “escritor”, “cineasta” o “artista plástico”, y, casi siempre, superpongo en mi mente una suerte de “banda sonora” a todo lo que escribo. También es cierto que durante años fui guitarrista y compositor de varias bandas de rock.

3. Tus ficciones se centran alrededor de un personaje, Federico Stahl, y una multiplicidad de universos paralelos, en los cuales hay –parece- infinitas versiones de él mismo y todo lo que conoce. Contanos cómo funciona esta apuesta.
Hace muchos años leí una crítica a algunas novelas de Ballard (negativa, creo recordar) en la que se decía algo así como que “siempre está escribiendo el mismo libro”; pensándolo un poco más llegué a la conclusión de que ese asunto de que novela tras novela o cuento tras cuento un autor determinado no haga más que responder a una especie de esquema variacional de dos o tres temas o situaciones es una especie de cliché bastante establecido y, de alguna manera, una suerte de personaje caricaturesco o estilizado al estilo commedia dell’arte, pero en relación a los “tipos” de escritor… es decir, el autor obsesivo que se repite, que “siempre escribe la misma novela”. Pese a que en general es una calificación que sugiere connotaciones negativas, se me ocurrió que bien podía pasarme la vida literalmente escribiendo una sola novela, pero extensísima, monstruosa, dividida en partes que son novelas a su vez, o nouvelles o cuentos. Pero esta es apenas una manera de responderte. Otra sería contar que en 2004, la noche exacta de mi cumpleaños número 26, se me ocurrió la idea de un personaje que descubre que está obsesionado consigo mismo, con su historia, sus puntos de vista, ideas, opiniones, amores, odios, amistades, creaciones, lo que fuese, y que la única manera de purgarse de sí mismo es darse rienda suelta en la autoindulgencia enorme de escribir un libro monstruoso que fuese sus memorias, su “vida y opiniones”. Unos meses atrás había proyectado una novela sobre Stephane Mallarmé, o, mejor dicho, sobre un poeta obsesionado con Mallarmé que para exorcizarlo se ponía a escribir a Mallarmé, a ficcionalizarlo (a englobarlo, comerlo, fagocitarlo, reprocesarlo, formatearlo, etc): del poeta menor obsesionado con el mayor poeta de la modernidad pasé a otro poeta/narrador que había terminado por obsesionarse consigo mismo, y así, de ambos proyectos y utilizando un nombre que solía usar como autor apócrifo (para atribuirle libros de poesía y un perfil de poeta “central” a mi generación en un Uruguay literariamente ucrónico –ya que no existió tal poeta, con la excepción quizá de Julio Inverso) nació Federico Stahl, por decirlo aparatosamente. Luego las cosas derivaron por otros caminos e inquietudes, y creo que seguirán haciéndolo, aunque el proyecto básico –la novela monstruosa- no ha cambiado.
4. Esta constelación de relatos, como acabás de decir, abarca novelas, nouvelles y cuentos, incluso suelen estar referidos entre ellos, un libro aparece en un cuento, mencionado por los personajes, y a la vez, ese libro existe, escrito por vos, o lo mismo ocurre con novelas como Historia de la Ciencia Ficción uruguaya que se menciona en el cuento “Pisadas” (publicado en Otro Cielo #4). ¿Podés darnos una suerte de mapa de referencia para que aquellos que quieran seguirte en este trabajo tan único y personal?
Es curioso que uses la palabra “constelación”, ya que el título primitivo de la novela solipsista y megalomaníaca que escribía Stahl era Las pléyades; se dice, además, que Mallarmé le confió a Valéry que con su poema “Una tirada de dados” había intentado configurar un texto lo más parecido posible a una constelación. Pero en cuanto al mapa la respuesta debería ser ¡no!, porque todavía no lo tengo, o ¡no!, porque si me pusiera a escribirlo terminaría siendo otra novela o cuento, o ¡no!, porque de hecho es parte del proyecto incluir dentro de esa novela monstruosa copias “a escala” de sí misma (de hecho para el último cuatrimestre del año espero estar trabajando en una de esas “copias”, proyectada hace tiempo y titulada 1/72) que sirvan, entre otras cosas, a modo de mapa. Pero ya que estamos podría decirte que hay un núcleo básico alrededor de las novelas Perséfone y Lineal, compuesto hasta ahora por los cuentos “Duendes”, “Patricio”, “Bichos” y “Pisadas”, “Los años”, “Malos recuerdos de Thiago Pereira, poeta” y “Estrategias” (están publicados en Montevideo los tres primeros en mi libro de relatos Del otro lado, editado por La Propia Cartonera, y los tres últimos aparecerán en Septiembre en el compilado Algunos de los otros). A esto habría que sumarle los cuentos “El cuento vaciado”, “Yocasta” y “Caminos” -también en Algunos de los otros-, que pasan por haber sido escritos por Stahl, y “Sobre desayunos y entropía”, que además de estar entre los que integrarán el libro que vengo mencionándote fue publicado a principios del 2009 en la revista Axxón. Estos textos están vinculados a un Federico Stahl concreto, con una historia digamos vislumbrada en detalle; en conexión a este F.S. hay dos nouvelles inéditas, Trashpunk y Vampiros porteños, sombras solitarias, que también cabría introducir en una timeline del personaje. Historia de la ciencia ficción uruguaya, escrita hace un par de meses, está narrada por un Federico cuyo mundo natal es una ucronía en la que la dictadura uruguaya (1973-1985) comienza de un modo muy diferente y se prolonga un año más; del mismo modo, el cuento “Los otros libros” (publicado en el último número de Axxón) nos presenta un Stahl de otra realidad, con características históricas aun indeterminadas. “La huida”, uno de mis cuentos más vinculables a la ciencia ficción o la fantasía, tiene como narrador a un Stahl que trabaja invocando seres fantásticos –duendes, minotauros, centauros- con una tecnología que no existe en nuestro mundo. Este contexto fantástico terminará atrayendo a las otras representaciones de Stahl como un Agujero Negro Supermasivo comiéndose una galaxia entera. Como era necesaria una vinculación más directa –o burda- entre los diversos Federicos y sus universos, imaginé un bar que se encuentra alephianamente en la intersección de todas las realidades posibles –o al menos de muchas de ellas. Los Federicos del cuento “Pisadas” se encuentran allí.


Tengo entendido que hay una suerte de “núcleo gravitacional” de estas ficciones que sería una novela muy extensa titulada “M”, ¿podés contarnos algo más?
M tendrá varias líneas argumentales, una de ellas el viaje místico-iniciático-salparadiseano-psicotrópico-rockero de mis personajes Rex y Jon una vez que Federico abandona su banda y se ve abortado su proyecto de gira, acontecimiento narrado en el final de Perséfone. Otra de las líneas es la búsqueda –en plan 2666- que acomete Stahl –comenzando en las Baleares y luego en Cataluña- de un autor fugado o esquivo o muerto llamado Gustave Mayhen, autor de las novelas El principio antrópico y Las Meninas, entre otras. Se tratará, en gran medida, de un compendio de mitologías urbanas, ciencias fringe, teorías conspiratorias, ciencia ficción, cyberpunk, steampunk, trashpunk, punk a secas, con robos evidentes –es decir, a la Alasdair Gray- no solo de la gran novela de Bolaño sino también de Los papeles de Aspern, de Henry James y de El acercamiento a Almotásim, de Mir Bahadur Alí. Dicho así suena monumentalmente aburrido.

Publicada en el número 6 de Otro Cielo (agosto 2010)

No hay comentarios:

Publicar un comentario